La Superstición y el Monument
Una de las estupideces mayores que he oído en mi vida, viene ahora a mi memoria con la Semana Santa.
Me la contó una vieja aficionada a la superstición y no le hice caso a no ser que más tarde me fuera repetida por persona que creí con mayor criterio y sentido común.
Aseguraba la vieja poseer una medicina que todo lo curaba. Una panacea que era remedio para todas las enfermedades y que con toda la buena intención que no había destruido su ignorancia, ofrecía a cuantas personas sufrían alguna enfermedad.
La medicina en cuestión era “muy fuerte” y había que tomarla en pequeñas dosis. Con mojar un poco la punta de una cucharita de café con una especie de engrudo de color indefinido, bastaba para devolver la salud. Ella así lo aseguraba.
Y como en el mundo – y Mataró está en el mundo –hay gente de todas clases, resulta que por aquello de “ qui té mal busca remei” (o tal vez porque hablo de una época en el Seguro de Enfermedad no era obligatorio) muchos probaban la “medicina”. Y claro está, los unos seguían igual, los otros empeoraban y algunos se curaban a pesar de ella. Estos al ver los efectos milagrosos le pedían receta, y la viejecita les daba el secreto: – “Se coge un huevo, se esconde en un plato hondo lleno de tierra, por encima de la tierra se esparcen unos granitos de alpiste, se riega hasta que haya brotado y forme a modo de una esterilla verde.
Se coloca el plato en el Monumento de la Iglesia durante el Jueves y Viernes Santo –a escondidas del Señor se guarda durante una semana para que se concentren las propiedades curativas”.
Y la vieja enseñaba orgullosa un huevo reseco casi sin peso. Parecía vacío.
Por respecto a su edad, todos la escuchaban con atención, los unos con interés, los otros con lástima, casi todos divertidos. En cierta ocasión alguien le contestó:
“Es que ¿sap Tereseta? Dóna la casualitat que a mi els ous m’agraden frescos y per Pascua els de xocolata…”
Y la buena mujer se desesperaba porque no creían en esta medicina que todo lo curaba.
¿Por qué no se curó la enfermedad que la llevó a la muerte?
No sé… pero estoy seguro que a última hora se dio cuenta del poder real de la Fe, de la ayuda a la Naturaleza de muchas medecinas y de que sólo Dios puede valerse de los milagros para curar a los enfermos, sin necesidad de su receta mágica.
Hasta en el Monumento, llega la superstición.
Por fortuna todo esto va pasando a ser cosa de folklore, sin embargo no me atrevería asegurar que en alguna Iglesia de Mataró, y a escondidas de los que “no entienden de medicinas”, alguien está intentando montar clandestinamente algo parecido a una fábrica de Penicilina, en una grave falta de respeto que el Señor sólo perdona porque sabe adonde puede llegar la ignorancia; “Perdónalos pues no saben lo que hacen…”
Ludovico. Año 1965