Anécdotas
Hemos abierto un nuevo espacio en nuestra página que bien podríamos titular: Curiosidades o Anécdotas.
Recogidos de los Archivos de Santa María, del Arzobispado de Barcelona, del Crónica de Mataró y recopiladas en el Libro Recopilación de datos sobre la Semana Santa de Mataró.
Una de las primeras curiosidades, que en la actualidad ya no se hace, es la de cubrir las imágenes. Como podemos ver en esta fotografía. El paso de Nuestra Señora de la Soledad, que esta situado en el altar de San José de la Basílica Parroquial de Santa María, cuya imagen del fondo esta cubierta con un paño morado.
De esta forma estaban todas las imágenes durante la Cuaresma destapándose el Sábado de Gloria.
La Corona de Espinas
Hasta entrado el siglo XVIII, no se vio en el Crucificado la corona de espinas
La Iglesia tiene el deber de vigilar sobre las nuevas devociones y las nuevas imágenes, y en este terreno debemos confesar que no han sido atendidas sus indicaciones ni por el artista, que concibió la nueva forma, ni por el pueblo, que, entusiasmado con ella, la reclamaba.
Y esto es quizás lo sucedido con la Imagen de Cristo en la Cruz, coronado de espinas.
Los Evangelios nada nos dicen que Cristo la llevara en la cruz, y el hecho rufianesco de los soldados de así coronarle, no parece probable fuera tenida en cuenta en las formalidades de la ejecución, hechas por la autoridad romana. El Evangelio nos dice que fue Cristo Crucificado desnudo de sus vestiduras, sin ninguna excepción; y un detalle, tan ignominioso y tan doloroso como éste, no lo hubiera silenciado.
Y ¡caso además singular!, hasta el siglo XIII, jamás había sido Cristo crucificado representado de esta manera. Fue por entonces una innovación, pero de la que ni siquiera pudieron darse cuenta, por la forma con que se verificó.
En el arte, hay una continua propensión al avance y renovación, y, naturalmente, se cumple también en el arte litúrgico. Ningún artista genial se contentará con representar sus santos de la misma forma que lo hicieron los demás. Él tiene que poner su nota genial y personalista.
Cristo en la Cruz litúrgica venía siendo representado con Corona de Majestad. ¡Qué hermoso conjunto de Crucifijos Majestad reúnen los museos! Primero, fue la corona almenada lo que prevaleció; pero, a poco, sujeta como el resto de la imagen a las corrientes de renovación,
y sin duda porque el ambiente europeo se encontraba en dicha época saturada de arabismo, aparece luego moldeada al modo de turbante, algo a lo Saladino. Célebre es entre estos Crucifijos el Cristo del Cid, en la catedral de Salamanca. Pero, al continuar su evolución, llega un instante, en que la corona no es ya la del Cristo del Cid, sino algo que la recuerda y que lo mismo puede ser una corona de espinas. Así sucede en el devotísimo de Javier, de Navarra, en quien no podremos decir, después de contemplarlo, si lo que lleva es corono de espinas o es un sencillo turbante.
En conclusión, que la corona de espinas no se vio en el Crucifijo hasta entrado el siglo XIII. Diecisiete siglos de Cristianismo en contra de la corona de espinas, creo deben tener alguna fuerza en contra de la innovación.
Que ¿por qué fue admitida, no teniendo fundamento histórico? Suele volar libremente el arte, y difícil es sujetarlo a lo meramente histórico, lo mismo que el libre soñar de los devotos cuando sueñan en cuadros de piedad y escenas devotas.
El control de la Iglesia sobre toda imagen nueva debe ser continuo y eficaz, so pena de multiplicar casos como éste, en que queda mal parado el relato evangélico y mucho más la tradición. El Renacimiento estaba enamorado de lo bello, y para él siempre pesó más en su balanza lograr una forma bella que no lograr una verdad histórica.
Y, ciertamente; al contemplar el Santo Cristo de Mesa, en Limpias, no podemos menos de admirar una bellísima estampa, en que las espinas de la corona, clavándose en la frente del Salvador, lo constituyen como verdadero Rey del Dolor.
Año 1958
La Superstición y el Monumento
Una de las estupideces mayores que he oído en mi vida, viene ahora a mi memoria con la Semana Santa.
Me la contó una vieja aficionada a la superstición y no le hice caso a no ser que más tarde me fuera repetida por persona que creí con mayor criterio y sentido común.
Aseguraba la vieja poseer una medicina que todo lo curaba. Una panacea que era remedio para todas las enfermedades y que con toda la buena intención que no había destruido su ignorancia, ofrecía a cuantas personas sufrían alguna enfermedad.
La medicina en cuestión era “muy fuerte” y había que tomarla en pequeñas dosis. Con mojar un poco la punta de una cucharita de café con una especie de engrudo de color indefinido, bastaba para devolver la salud. Ella así lo aseguraba.
Y como en el mundo – y Mataró está en el mundo –hay gente de todas clases, resulta que por aquello de “ qui té mal busca remei” (o tal vez porque hablo de una época en el Seguro de Enfermedad no era obligatorio) muchos probaban la “medicina”. Y claro está, los unos seguían igual, los otros empeoraban y algunos se curaban a pesar de ella. Estos al ver los efectos milagrosos le pedían receta, y la viejecita les daba el secreto: – “Se coge un huevo, se esconde en un plato hondo lleno de tierra, por encima de la tierra se esparcen unos granitos de alpiste, se riega hasta que haya brotado y forme a modo de una esterilla verde.
Se coloca el plato en el Monumento de la Iglesia durante el Jueves y Viernes Santo –a escondidas del Señor se guarda durante una semana para que se concentren las propiedades curativas”.
Y la vieja enseñaba orgullosa un huevo reseco casi sin peso. Parecía vacío.
Por respecto a su edad, todos la escuchaban con atención, los unos con interés, los otros con lástima, casi todos divertidos. En cierta ocasión alguien le contestó:
“Es que ¿sap Tereseta? Dóna la casualitat que a mi els ous m’agraden frescos y per Pascua els de xocolata…”
Y la buena mujer se desesperaba porque no creían en esta medicina que todo lo curaba.
¿Por qué no se curó la enfermedad que la llevó a la muerte?
No sé… pero estoy seguro que a última hora se dio cuenta del poder real de la Fe, de la ayuda a la Naturaleza de muchas medecinas y de que sólo Dios puede valerse de los milagros para curar a los enfermos, sin necesidad de su receta mágica.
Hasta en el Monumento, llega la superstición.
Por fortuna todo esto va pasando a ser cosa de folklore, sin embargo no me atrevería asegurar que en alguna Iglesia de Mataró, y a escondidas de los que “no entienden de medicinas”, alguien está intentando montar clandestinamente algo parecido a una fábrica de Penicilina, en una grave falta de respeto que el Señor sólo perdona porque sabe adonde puede llegar la ignorancia; “Perdónalos pues no saben lo que hacen…”
Ludovico. Año 1965
LA SOMBRA DE LA “PETRACA”
Uno no sabe que hay de cierto. Pero siempre se había dicho que en los sótanos de la capilla de los Dolores yacía enterrada una fémina llamada o mal llamada, la “Petraca”. Aseguraban que dormía el sueño eterno con un “fonoll” en los labios. Eso de la “Petraca” no hacía ni pizca de gracia a los monaguillos quienes, en tiempo en que la electricidad no era precisamente abundante en Santa María, tenían que bajar en la tarde de Jueves Santo a los indicados sótanos para poner un poco de orden las cadenas, las calaveras y los demás atributos pasionales que tenían que concurrir a la procesión. Actualmente la cripta de los Dolores está muy ordenada; cuarenta o cincuenta años atrás en cambio, parecía un campo de Agramante y, además, a oscuras. De los ventanucos que da, si no recuerdo mal, al Fossar Xic, descendía un poco de luz y, también alguna rafaguita de aire. Cuando los monaguillos bajaban la escalera de los sótanos muertos de miedo y con una vela temblorosa en las manos, veían sombras y fantasmas por todas partes. Basta que uno exclamara:
-¡ La “Petraca”!
Para que echaran a correr escalera arriba y no hubiese, luego manera de hacerlos bajar otra vez.
Por eso la procesión siempre salía a tres cuartos de quince.
De la Banda Municipal y de la Capilla de Música. Ahora es coloreada, musicada con altavoces y amenizada con voz “off” –me parece que se llama así -. Es el signo de la modernidad. Las ciencias adelantan.
La Capilla de Música, pues, en tiempos de mossèn Fargas, concurría a la procesión con sus escolanes rojos, sus tenores y sus bajos, y sus chantres, y con flautas y fagotes. Los cánticos de la Capilla adquirían una majestad por la calle Nueva, Riera abajo, por la calle de Barcelona o Plazas arriba. Aquello armonizaba con los pasos antiguos, alguno de los cuales, como el “Ecce Homo” delante de un balcón de madera, trasladaba el espíritu de las multitudes contemplativas a centenares de años atrás.
Mossèn Molé y Mossèn Miguel, los tenores Agell y Camp, el barítono Calsapeu y el bajo Vila, los escolanes y demás miembros vocales de la Capilla, rodeados de hachones de viento, cantaban con solfa en la mano a indicaciones de Mossèn Falgas, quién también cantaba torciendo un poco la boca. Las flautas inundaban el ambiente de notas aladas, aéreas, lacrimosas, delgadas, mientras los fagotes emitían unos sones graves, dolorosos, estirados, de madera comprimida que acongojaban el alma.
Y la procesión desfilaba, lenta y medieval, por encima de los guijarros encerados de las calles.
Año 1960
En la Procesión asistían dos niños, a uno de ellos lo apodaban “Record” pues decía aquello de “Tingueu record i memória de la Passió de Nostre Senyor Jesucrist” nombre que se le daba porque empezaba el recital con éstas palabras: “Tingueu Record”.
Dicen que el otro niño, para aclarar la voz llevaba un pequeño cesto con higos secos e iba provisto de una larga trompeta siendo conocido entonces con el nombre de “Tu-tut figa” pues con la trompeta efectuaba un toque y decía el recitado y de vez en cuando se ponía un higo en la boca y se lo comía para aclarar la voz. Se tuvo que suprimir porque el público se acercaba a quitárselos, hoy en vez de higos se llevarían caramelos o bombones esto hacía que el público al final de cada tocada gritara “figa” y los demás se reían. El número de veces que tocaba la trompeta dependía del hambre que tuviese el trompetista. Esta costumbre desapareció antes que las procesiones, pero parece ser que esta costumbre de comer higos secos también lo utilizaban muchos predicadores en Cataluña antes de empezar el sermón.
Cuando muere una persona, dicen que le ha llegado la hora de las alabanzas y la hora que se hable bien de ella. Con el mayor respeto posible, cuando una cosa muere, cuando desaparece es menester hablar de ella también con el debido respeto y hacer una especie de necrología de ella, ha desaparecido la trompeta y “el vinga memória de les processons dels dias sants”, no hago más que relatar el hecho, parece pero que el origen de esta costumbre era debido al buen designio de dar a conocer ciertos privilegios de cada Cofradía, así al acabar de tocar la trompeta el acompañante, después del “vinga memória, etc.”, hacía una relación muy breve de lo que significaba aquel paso, y el número de indulgencias que había concedidas a los que devotamente habían rezado en aquel momento, un Padre Nuestro, un Ave María, una Salve Regina, un Credo, o cualquiera de las oraciones aprobadas por la Iglesia. |
El tiempo fue borrando esta buena costumbre quedando solo el “vinga memòria”, se encargaba esta labor a criaturas que todo justo empezaban hablar, pequeñas, que la mayoría de las veces acababan la procesión en brazos del capataz, porque estaban muy cansados y no podían tenerse en pie, ni andar y el que tocaba la trompeta no podía hacer aquel toque que era prolongado, sino una cosa desafinada del todo que era la risa del público. Me decía un conocido historiador, que de las cosas no se habla sino el día que sufren el castigo, de la supresión.
F. Cabanyes.
Año 1920 Periódico Mataró.
Encuentros
En el año 1902, ya se efectuaba “el encuentro”, tradición que en las actuales procesiones se pone en práctica. Que ha decir de muchas personas esta costumbre la hemos incorporado copiando las procesiones del sur. Con este apunte se puede comprobar que aquí hace muchos años ya se realizaba “el encuentro”.
En este caso “el encuentro” era entre Jesús y su Santísima Madre. Jesús era llevado por cofrades y su Santísima Madre por cofradesas.
Esta procesión era llamada de la Madre de Dios de la Alegría. En Barcelona se hacia esta Procesión llamada “dels Enamorats”.
La nostra Setmana Santa
Be podem estar-ne orgullosos els mataronins de que la Setmana Santa revesteixi per nosaltres un caràcter tan típic i a l’hora tan místic que ens permeti assaborir i recordar els misteris que l’Església commemora en aquests dies, llevat de la nostra capital, de la ciutat de Barcelona, no crec que hi hagi cap ciutat o lloc de Catalunya on se celebri amb major esplendor i amb una fesomia tan pròpia com a Mataró.
Desaparegudes de Barcelona les processons que eren la manifestació externa de culte en aquest dies, són molts els qui seguint modernes regles o costums socials surten de la capital i es traslladen als llocs on tenen per costum passar-hi l’estiu o bé en llocs propers, fugint, potser, d’aquella ficció que avui s’imprimeix a aquesta mena de festes commemoratives de l’Església, i Mataró no deixa d’ésser un lloc predilecte da forasteralla, tan pel que fa respecte als que en són fills i viuen en altres indrets de nostra estimada terra, com pels que sense ésser-ne fills hi acuden atrets pel caràcter tan propi de les diades.
I en mig de tot, hom veu en els nostres temps molt mermada aquella característica que constituïa el tipus veritable de nostres consuetuts en tocant a les festes de que estem parlant. Abans de les darreres revolucions, i al dir això no parlo de la darrera, que encara tothom en palpa les conseqüències, sino a les que tingueren lloc a l’últim terç del segle passat, foren causa de que es malmetessin i desapareguessin moltes tradicions i actes típics tan propis d’aquests dies, la processó del arrabal que era organitzada per la confraria del Nazareno, establerta en l’església dels P.P. Escolapis, i que solia fer-se el diumenge de rams, era el que en podríem dir el començ de les festes commemoratives del Sant Sacrifici.
A les darreries del segle passat tractaren d’instaurar-la i no se per quina causa se suspengué de nou; era una processó que recorria la barriada marítima i que tenia un caràcter eminentment popular.
Tenim la processó del dijous, organitzada per una congregació de gran i antic renom, fundada en la capella dels Dolors pels pares Servites, anomenada Congregació dels Dolors.
I finalment, el divendres Sant, la Congregació anomenada de la Sang, celebra també la seva processó, tan lluïda com les altres, i malgrat que s’hagin espatllat una mica pel que fa a la pietat i fervor amb que deu concórrer’s a aquests actes, Mataró ni cap poble de Catalunya ha arribat a fer processons com les típiques de Sevilla que constitueixen un element fomentador del turisme per gent no solament de la Península, sino estrangera i tot.
A Argentona en certs anys hi havia dintre la processó diferents personatges dels que intervingueren en la redempció, que dialogaven pels carrers i que solia quedar-lo-hi per motiu el nom del personatge que representaven, però val a dir que lo fet era molt diferent del que passa en altres terres d’Iberia; es feia el fet amb la consideració i serietat que el cas requeria, tot plegat molt diferent d’aquells “Nasarenos” de Sevilla que habillats amb les túniques de diferents colors i en pugna els uns amb els altres, interrompen sovint la processó per a tirar <requiebros> a tal o qual verge i fent per entre mig cada toc (1) que això és causa de que els <pasos>, que ells diuen, arriben com poden a l’església a punta d’alba amb més o menys dificultat i gaigabé sense espectadors.
Aquí a Mataró, amb menys Nazarenos, amb menys Confraries, però amb un esperit més ben fonamentat, realitzem les nostres funcions de Setmana Santa. A nosaltres no se’ns ha ocorregut mai, per exemple, anar a ballar la sardana davant del Monument on està exposat el Santíssim.
(1) Fer el toc, en la nostra comarca, vol dir, fer parada en cada casa de begudes, amb les corresponents libacions.
Any 1924
Anécdota de Pere Rigau.
Esta anécdota esta recogida de su columna “Ecos” en el desaparecido “Diario de Mataró año 1980”
Un any, quan ja s’havia beneït va entrar a Santa Maria una bona dona amb un ram de llorer, no tant gros com els eucaliptus del Parc, però Déu n´hi dó.
Al veure que tot ja estava dat i beneït, va dir amb veu prou alta perquè la sentissin els que estaven al seu redós: Mare de Déu, ja estan, he fet tard. Ah, però jo no me’n vaig sense endur-me’n el llorer beneït.
I no se li va ocórrer, que posar tot el ram dins la grossa pica d’aigua beneïda de l’entrada del temple.
I al treure el ram, els pobres que estaven aprop d’ella van rebre l’obsequi d’una remullada d’antologia.
Però, per ella, ja tenia beneït el ram. I els altres van quedar remullats i retratats.
Recordo que abans de les processons del Dijous i Divendres Sant, el recordat sacristà de Santa Maria, Mn. Carmany, feia una neteja total dels ciris que els fidels posaven a cada altar dedicat al Sant o a la Santa que s’hi venerava.
Perquè molts penitents, per estalviar-se l’anar a la cereria i comprar un ciri, birlàven els que trobàven en els canelobres.